Hablemos de nuestros proyectos desde que éramos niños, cuantos sueños no realizados que jamás se cumplieron y seguimos soñando para llegar a una madurez incierta no cumpliéndose esos proyectos que tanto nos aferramos a ellos.
Cuantos proyectos se quedaron a las puertas de mi corta edad, debido a una enfermedad que me limito y me hizo pensar muy distinto a como cuando estaba sano, mis proyectos desde que nací, creo que era como mucho de los niños con nueve años fueron muy variados, desde bombero hasta policía, pero el que más me hacia soñar era poder jugar en un equipo grande de fútbol. Un día y debido a unas anginas, borro todos mis proyectos y aquí empezó mi peligrinar como una cobaya por los diferentes hospitales del estado.
Dicen en muchos hospitales de niños que la edad valora al paciente. Porque según ellos un niño de 11 años sufre menos que un paciente más mayor. Esto, como muchas cosas, no deja de ser una contradicción, puesto que a mi corta edad me daba cuenta de cada una de las pruebas y en el lugar que estaba. Hospital San Joan de Deu en la unidad de oncología, bueno este fue uno de los muchos hospitales por los que pase.
Cuantos proyectos no cumplidos. Fui testigo que, como yo, no enmarcaron las fotos en nuestra habitación con el equipaje de nuestros colores del alma.
Uno de mis mejores amigos se llamaba David y tenia 8 años, me decía que quería ser ciclista. Un día lo vi correr la carrera de su vida, como un buen deportista se aferraba a su bicicleta en esa última etapa de montaña que llevaría directamente a dios. Espero que ya este en la meta y dios le de el mejor regalo, su abrazo.
Para mi corta edad me daba cuenta de todo lo que pasaba en mi entorno, me daba cuenta que nosotros nos enfrentamos a la enfermedad con más fuerzas que los adultos, que no podían controlar sus lágrimas y disimular sus caras compungidas.
El tiempo que permanecí en el hospital fue muy duro, pero seria injusto que no hablase, dentro de mis miedos y soledad, de tres personas muy importantes para mi vida. Primero fue mi madre, mujer joven y valiente como nadie, cumpliendo como una heroína lo que me prometió, viajar conmigo el día que yo partiera. Mi amigo Juan y su familia que fueron unas piezas claves para nuestra estancia indefinida en esta ciudad. Nos ofreció su casa y su tiempo sin ningún interés. Gracias amigo Juan y familia. En tercer lugar conocí a un matrimonio muy humano que nos abrió las puertas de su casa y me dieron la energía que fue más fuerte que la quimio que me daban.
El último día fueron muy importantes par mí, porque ese día tenia que abandonar el hospital para regresar a mi casa. Me sentía como el guerrero que había perdido las mil y una batalla, me sentía nuevamente defraudado por los hombres de la ciencia del s. XXI de que no fueran capaces, después de tantos avances, evitar que unos niños se fueran de sus manos.
Y allí estaban mis amigos, me traían un balón del Real Madrid firmado por los jugadores, fue un regalo que me lleno de alegría, pero lo que más me emocionó fue la fuerza que este hombre me dio cuando me habló sin voz, me habló en un idioma que jamás entenderéis, un idioma de espíritu a espíritu, de corazón a corazón. No podéis entenderlo porque cuando me habló comprendí que había venido a darme fuerza y a quitarme el miedo, a prepararme para el viaje que pronto haría al lugar de donde vine.
La fe es muy importante en estos últimos momentos, mis creencias se la debo en parte a mi familia pero la gran promotora fue mi madre a la cual no solo le debo la vida sino todo, incluso darme la fuerza y el convencimiento de que más allá de las nubes y las montañas me volvería a encontrar con todos mis pequeños amiguitos que conocí en la tierra. A través de la terrible enfermedad me prometió y me juró que algún día jugaríamos un partido con el balón que me regalo el amigo. Aquel que nunca comprenderéis en la tierra hasta que no os encontré en la fase terminal de nuestras vidas.
Cuando visitéis a un amiguito pequeño o grande y por circunstancias, sana o muere, dejáis o no de ir al hospital, pensad que quedan muchos más ingresado que a diferencia de mí, no tienen a nadie, ni familia, ni amigos que les confeccionen y preparen las alas para que vuelen hacia dios.
No tenéis que sufrir por los niños que dejamos la tierra pensad siempre que cuando dios cuenta a sus ángeles y le falta alguno nos llama a nosotros. Gracias amigo, quiero dejar tu nombre en el anonimato pero mi madre y yo te mandamos desde aquí un fuerte abrazo para los dos.