De todos los juguetes que tenia Julito , y eran muchos, y mas al ser hijo único, era su caracola que le habían regalado en su ultimo cumpleaños. No es que los demás juguetes los menospreciara pero con sus 7 años quería saber todo los misterios del reino animal y la naturaleza esto fue lo que le llevaba, de una forma obsesiva, de que cada día se la pusiera en la oreja para escuchar el mar. Había días que no la soltaba ni para comer y por las noches le ayudaba mucho a dormir por que era un niño muy nervioso y le costaba coger el sueño. Cada día cuando despertaba le decía a su madre que con la caracola escuchaba muy bien el mar pero que muchas veces lo escuchaba muy fuerte y otras veces muy flojo.
La madre quería darle una explicación pero ella tampoco entendía el porque y le prometió que si las notas eran buenas lo llevaría a ver el mar. El niño soñaba con el día que pudiera comprobar en directo ese sonido que emitía la caracola como si de verdad estuviera en el mar. Julito se esforzó en los estudios y saco buenas notas y como todos los padres cumplieron lo que le prometieron y así fue, al llegar el fin de semana lo llevaron a ver el mar fue todo un espectáculo ver la cara del niño cuando vio tanta agua. Cuando paso el factor sorpresa y el miedo se soltó de sus padres y fue corriendo hasta la orilla y no solamente escucho el verdadero sonido del mar también para su sorpresa parecía que el mar le hablaba, puso mas atención y era cierto que le hablaba le decía que el también lo escuchaba a el cuando cogía la caracola, el niño le dijo que era muy grande y con mucha agua pero no tenia miedo, entonces le dijo el mar si le apetecía dar un paseo, el niño le dijo que si pero que antes quería hacerle una pregunta, porque muchas veces se escuchaba el mar fuerte y otras veces muy flojo, el mar sonriendo le dijo que según eran las olas ,muy fuerte o pequeñas, le explico que el no podía gritar como su madre porque el era pequeño. Entonces vino una ola grande que invito al niño que se subiera, se metió mar adentro y en este paseo el niño comprobó la grandeza del mar y cuantos peces, grandes, pequeños e incluso hasta un delfín que pasaba y saludaba. El niño no podía creer lo que estaba viendo y sintiendo. La ola en la cual iba subido el niño se sentía muy orgullosa viendo la alegría y como disfrutaba con el paseo, de pronto el niño dio un grito, a lo lejos se veían muchas aletas de tiburones. No te asustes -escucho que el mar le decía-
Cuando se acercaron el jefe le dijo al niño que nunca le harían daño, los niños son nuestros amigos y queremos que sepas que no somos tan malos como dicen los humanos adultos.
El niño abría y cerraba los ojos pensando en como iba a contar todo esto en el colegio y mas a sus amiguitos. El jefe de los tiburones, viendo la sorpresa del niño, le invito a que subiera en su espalda. No si antes pidiendo permiso a la ola porque en el mar son muy respetuosos.
Pues bien se subió en su espalda , era un viaje tan bonito que parecía que estaba subido en una montaña rusa. Así una y otra vez, hasta que el tiburón seguido por toda la manada se metió para las profundidades diciéndole al niño que lo llevaría a la ciudad de los peces. En el camino para la ciudad, como buen observador y amante de la naturaleza, el niño comprobó el mal estado del agua. Se cruzaban con latas, hierros, plásticos y toda clase de desechos y basuras. También comprobó la gran tristeza de su amigo y le pregunto porque estaban tan triste. El tiburón jefe le dijo que los humanos eran muy descuidados, tiraban al mar todos los objetos, convirtiendo algo tan maravilloso en un estercolero. Viendo el niño la tristeza de sus amigos les prometió que cuando fuera grande lucharía para que los seres humanos tuvieran mas conciencia.
Al escuchar estas palabras todos los tiburones tocaron sus aletas en forma de aplauso.
Siguieron bajando y se toparon con un gran barco hundido, señalando el barco le indico que esa era la ciudad de los peces y bajándolo le dijo que no tuviera miedo. De pronto algo le cayo de la cabeza, el niño miro hacia arriba y vio que un pulpo le daba la bienvenida y lo invitaba a que lo siguiera porque el iba a ser su guía. Primero le enseño la sala de juegos, la escuela, el patio y le presento a los maestros, los cuales le explicaron que lo mismo que en la tierra también enseñaban a los pequeños para que no se perdieran, para que quieran y obedezcan a sus padres, para que se laven las manos antes de comer, y hagan los deberes.
En ese momento paso un guerrero con una gran espada, el niño se lo quedo mirando un poco asustado, fue cuando el pulpo le explico que era el guardián de la ciudad, le dijo que era un pez espada, así era como lo llamaban los humanos en la tierra. Mas tarde el pulpo le presento al pez payaso, que le hizo pasar un buen rato. Todo transcurría a las mil maravillas, y mas para Julito, sobretodo cuando nuestro amigo el guía pulpo le presento al pez sabio, que le hablo al niño de la maldad de los hombres y de la forma tan cruel con la que estaban destruyendo la tierra, los mares y no respetaban ni a los peces pequeñitos, pero como el sabio veía al niño que tenia un buen corazón le ofreció una gran caracola como regalo, sin mas le dio dos besos y le dijo al pulpo que llamara a los tiburones, había que llevar al niño a la playa porque se acercaba una gran tormenta.
El pulpo los llamo y al mismo tiempo dio la alarma para que todos se refugiaran en el viejo barco.
Nuevamente el jefe de los tiburones lo subió en su lomo y todos juntos se pusieron en marcha para llevar al pequeño a la orilla de la playa. Cuando faltaba poco para llegar un fuerte viento empezó a soplar y las olas eran cada vez mas altas, pero los tiburones expertos en la natación no tuvieron dificultad para alcanzar la orilla. Se despidieron del niño, el cual al mismo tiempo les decía adiós con las manos alzadas y les daba las gracias.
Cuando la madre lo vio le dijo que a donde había estado. El pequeño les contó la bella historia, la madre a lo primero no lo creía, pero empezó a creerlo cuando vio que el niño llevaba en sus manos la caracola mas maravillosa que había visto en su vida.
El niño se la puso en la oreja y escucho que le decían que no se olvidara de cumplir, cuando sea grande, la promesa que hizo a los peces.
PROCURA SIEMPRE DE NO TIRAR BASURA AL MAR Y OJALA ALGUNA DIA ALGUIEN OS REGALE UN CARACOLA
JULITO
lunes, 11 de febrero de 2008
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