Conocer nuestros límites no solamente consiste en mirar de frente tus miedos o poner en una balanza tu ignorancia, conocer tus límites es definir una nueva relación contigo mismo para vivir una vida más feliz.
Aunque creemos conocer nuestros límites, muchas veces nos pasamos de velocidad creyendo que podemos llegar antes que nadie. En mi camino espiritual siempre disfruté de tenerlo muy claro, ya que desde niño vi los tres conceptos y formas. El primero era huir, el segundo ser espectador, y el tercero era la integración, me acogí al tercero asumiendo la responsabilidad que conlleva ser un hermano espiritual.
Pero desde siempre lo tuve muy claro, y aunque los seres humanos me exigieran el máximo de mí nunca debía olvidar mis limitaciones, porque hubiera sido nefasto incluso para mí salud. Quise poner mis propias metas, primero conocerme a mí mismo, y cuanto podía dar a los demás, pero siempre pensando de no defraudarlos, ya que en mi camino y a lo largo de muchos años, por suerte o por desgracia me tocó conocer a muchas personas, me prometí a mi mismo dar lo máximo a todos ellos, pero con el pensamiento muy claro en todo lo que tenía que hacer, en pro y ayuda de los demás no me llevaba a creerme que era superior o subirme a un pedestal, en este aspecto lo tuve siempre muy claro, y aunque diera la vida por todos ellos siempre me mantendría en la última silla de la gran escuela llamada vida.
A lo largo de mi vida, y todavía espero que me dé mucho más tiempo para poder intentar ayudar a todas las personas que Dios me ponga en mi camino. Pero a lo largo de mi vida aprendí mucho y todo os lo debo a todos ustedes, a todos los niños, no solamente a los que incluí en mi primer libro, en este quiero hacerles un homenaje a todos los del mundo entero, queremos únicamente llevar amor, consuelo, fe, ilusión y fuerzas a todos los que lo necesiten, sin mirar su ideología, religión o política.
Jamás en mi camino pretendí que los demás me vieran como un santo, curandero, visionario y menos creer que tenía la fórmula secreta para hacer milagros, ni saber más que nadie, siempre en este aspecto lo tuve muy claro, aunque sabía que mi camino en la Tierra sería muy difícil de comprender, siempre mi labor y fuerza la puse al servicio de los seres humanos, de una manera sencilla, para que el enfermo, el desesperado, el desahuciado pudiera darle las manos, mostrarle mi hombro o darle toda mi sincera amistad. Pero siempre pensé que no sería comprendido, y aún más en una sociedad que tienen que ver la pera en el peral para que sepan que crecen en un árbol.
Trabajar con la energía es muy diferente a la labor del médico, que ante cualquier malestar tiran de recetas y mandan uno y mil medicamentos, con esto no quiero decir que no crea en la ciencia, creo que soy el primero en mandar a las personas al médico que para eso están. Muchas de las personas que yo pueda atender, quizás les sobre muchas de esas medicinas ya que su dolor no es físico, es del alma, y ahí la ciencia aun no ha llegado para inventar esa medicina tan necesitada, hoy en día en una sociedad tan materialista y falta de principios.
Cuanto nos gustaría que para cada tipo de enfermedad que no está prescrito en el código de la sanidad pudiéramos tener esa pastilla, para los parados jarabes, para los que no pueden pagar las hipotecas inyectables, para la soledad, soberbia, y desamores supositorios, para el hambre. Algún día se dará cuenta la ciencia que está muy bien recetar una medicina, pero muchas veces una palabra, una mano o un fuerte abrazo, quizás sin menospreciar la ciencia, muchas veces curan más y más rápidamente. Cuando a lo largo de mi vida y con muchas horas sentado dándoles la mano y consuelo a muchas personas, muchas veces me encuentro impotente, porque me gustaría ayudarles mucho más y quitarles sus penas y enfermedades, pero quiero que ellos nunca olviden que soy un ser humano, igual que ellos, simplemente es que tengo mucha paciencia para escucharlos, darles mis humildes consejos, pero nunca obligar, porque cada ser humano tiene la libertad de elegir su camino aunque muchas veces no lo vean, y tengamos que llevarlo de las manos para que ellos inicien sus caminos.
Yo sé muchas veces como son la personas que hablan conmigo, no hay mucho misterio, son personas que buscan más palabras de amor, aunque yo lo primero que les aconsejo es que vayan al médico muchos de ellos lo hacen, pero hablar conmigo lo tienen como un suplemento para sus dolores. Muchas personas que conozco sufren el peor de los males, la muerte de sus hijos jóvenes, en este apartado es donde hay que tener mucho cuidado, porque ellos y ellas buscan un canal para poder hablar con sus hijos o saber cómo y dónde se encuentran. Mi consejo sobre este delicado tema es siempre el mismo, que yo no puedo jamás quitarles las penas pero si les puedo ayudar a llevarlo mejor.
Quiero terminar este relato, aunque podría escribir mucho más, pero mi intención no es nunca hablar de mí mismo. Pero me gustaría terminar con lo que aprendí.
Aprendí, que si sonreímos a un enfermo casi siempre nos devolverá la sonrisa.
Aprendí, que si no existieran los problemas no existiría la oportunidad.
Aprendí que hay personas enfermas, a los que jamás podemos complacer, no importa lo que hagamos.
Aprendí que llega un momento en que debemos dejar de sufrir por la muerte de un ser querido y continuar con nuestra vida.
Aprendí que siempre me siento bien al tomar la mano de la persona enferma.
Aprendí que los hermanos espirituales no necesitan consejos, sino comprensión.
Aprendí tantas y tantas cosas de ustedes que muchas veces me sentí el más feliz de los seres humanos.
Aprendí que cuesta muy poco escuchar y menos cuesta ser amable con el que no puede.
Aprendí que en ocasiones sólo necesito que me abracen.
Aprendí que podemos seguir mucho tiempo después de pensar que ya no podemos más.
Aprendí que escuchar a las personas preocupadas y enfermas rompe nuestro corazón, pero vale la pena.
Aprendí que los grandes problemas siempre empiezan siendo pequeños.
Aprendí que amar y ser amado es la mayor alegría del mundo.
Aprendí que la buena salud es la verdadera riqueza.
Aprendí de la mejor universidad, que es la vida, dónde tú eres profesor y alumno.
Aprendí que el hermano que dice que algo no puede hacerse, con frecuencia es interrumpido por otro hermano que ya lo está haciendo.
Aprendí que debemos apreciar a los enfermos por lo que son y no por lo que deseamos que sean.
Aprendí que cuando tomé mis decisiones estaba muy enfadado, de esta forma jamás podemos ayudar a nadie.
Aprendí que el entusiasmo y el éxito parecen ir juntos.
Aprendí que los zapatos cómodos son muy indispensables para andar mejor nuestros caminos.
Aprendí que no se puede ser cuidador sin arriesgarse.
Aprendí que antes de ayudar a los demás hay que ayudar a los tuyos.
APRENDÍ.