Diario de mi intimidad es mi vida vivida en la trastienda de mi alma, que ni familia ni profesionales fueron capaces de entender. Menor de tres hermanos, donde no había diferencias de caracteres, ni comportamientos. Pero cuando vamos cumpliendo años, y poco a poco corren ese telón llamado personalidad es cuando se ve la verdad, cruda y desnuda. Aunque muchas veces los padre no quieran verla, pero ellos saben que hay una diferencia entre ellos y yo.
Cuando era pequeño no me daba cuenta de mis faltas, porque con el amor que tenía en casa todo parecía normal. Pero nuestro crecimiento es imparable y hay que enfrentarse a una realidad que está más allá de los brazos de tus padres y hermanos. Es hora de salir de esas paredes que fueron testigos mudos de mi crecimiento, con un comportamiento muy distinto a los de mis hermanos. Pero cuando apartamos las cortinas del gran teatro de la vida nos encontramos frente a frente con ese comportamiento, el de una sociedad que desde niños nos va marcando, unas líneas a seguir porque nos ven muy distintos a ellos, donde muchas veces y sin miramientos nos ponen a los siete años un cartel de tonto fabricado por aquellos, que cogen adicto a su causa, sin escrúpulos y sin saber que este maldito cartel está pegado a nosotros tan fuerte que nos dura toda la vida, es como si lleváramos una cicatriz en la cara que cuando los demás la miran crecen sus risas, aunque nos hace mucho daño crean nuestra personalidad débil, y con muy poca creatividad a todo reto que se nos plantee en la vida. De la niñez los estudios, de joven el miedo, más tarde pasamos directamente la puerta donde nos encontramos con nuestros amigos los complejos, falta de autoestima, y las pocas ganas de vivir en una sociedad que nos margina como si tuviéramos la peste.
Ya en mi juventud, y por unas limitaciones a la vista no podía conducir, esto añadido a mi falta de concentración y por lo tanto no podía acceder a un puesto que me catapultara a ser igual que los demás, o al menos ser respetado, y con el tiempo yo mismo quitarme el “cartel de tonto”, que como una pesada losa me hacia incluso ser agresivo con las personas que más quería, y me comprendían, mis pobres padres y mis queridos hermanos. Al no poner mi nombre en este escrito quiero ante todo preservar mi intimidad, pero si lo pensáis un poco podría ponerme cualquier nombre porque hay tantos que sufrieron igual que yo, que sería difícil poner aquí tantos nombres. Pero quiero pediros que le pongáis un cuerpo y una cara, y recéis por todos aquellos que no tuvieron la suerte como yo de escribir Mi diario intimo, y quedaron en el más puro anonimato.
Si de pequeños tenemos dificultades conforme vamos creciendo también crecen nuestros complejos, como si fueran unidos a nosotros como un cuerpo con dos almas incrementando nuestros miedos ante una sociedad carente de humanidad y principios, careciendo totalmente de respeto para personas, que como yo, lo único que quería era ser feliz con mis pocas o muchas ideas que tenía en mi cabeza, pero para conseguir esto creo que tenía que haber nacido en una cueva. Claro que trabajé, y en diversos trabajos donde fui muy apreciado, pero como siempre estaba el simpático de turno, que era gracioso con los defectos de los demás. Aunque en apariencia demostraba lo contrario, cuando se reían de mí delante de mis padres les decía que no tenía importancia, pero en la intimidad es donde daba rienda suelta a la impotencia, al llanto callado, para que ellos no lo oyeran.
¿Qué si me enamoré? Algunas veces pero tampoco resultó, me hubiera gustado encontrar ese amor sincero, pero cuando comprobaban mi inmadurez se aprovechaban de mí, y lo único que les interesaba era mi dinero. Más tarde ese amor que se compra, ese amor sin sentimiento, controlado por el tiempo como si fuera a correr los mil metros vallas.
Más tarde conseguí una buena colocación en una Institución muy de renombre en todo el Estado Español, aunque todo fue bien al principio, más tarde fue mi perdición, no solamente para mí, también para mis queridos padres y mis sorprendidos hermanos. Cuando el dinero pasa por tus manos, poco a poco sin que tú te des cuenta se despiertan unos instintos, que aunque están dentro de nosotros que si no los despertamos continuarán dentro de nosotros. Pero el olor del dinero hace que se despierte, creándonos unas ansiedades que nos encaminan a comportarnos muy diferente a como éramos antes. Empezamos a gastar de una manera incontrolable, llegando a necesitar el juego como el enfermo necesita las medicinas para curarse, o como el drogodependiente necesita esa droga para seguir viviendo. Pero para mucha gente somos viciosos, y nunca nos vieron como enfermos. Pero si esta enfermedad solamente la padeciera yo solo las cosas cambiarían, pero arrastré a mi familia, que con sus consejos y amor intentaban día a día sacarme de ese túnel que es muy fácil entrar, pero cuánto cuesta salir. Como centinelas amorosos vigilaban todos mis pasos, pero mis caminos no eran solo uno. Como joven que era salía y entraba haciéndoles cada vez más difícil vigilarme.
Desde estas humildes líneas escritas quiero pedirles perdón, y que jamás se sientan culpables de nada, porque cuando venimos a la Tierra traemos unos tickets de viaje y yo, al gastarlos tan rápido tuve que volver al lugar de donde vine. Pero quiero que sepáis que si Dios me da la oportunidad de elegir la familia nuevamente os elegiré a vosotros.
Para terminar, quiero y en primer lugar darle las gracias a todas las personas que me comprendieron o no en la Tierra, pero en particular a un buen amigo. Yo diría a un excelente amigo que tuvo la paciencia de escucharme muchas veces, sabiendo él mejor que nadie que mi andadura en la Tierra sería muy corta. Y decirle que aunque en la Tierra quieres pasar desapercibido aquí donde estamos sabemos por fin quién eres. Gracias amigo de la barca.
1 comentario:
Hola Antonio hoy me a gustado ir me sentido muy a gusto con usted.El escrito de la intimidad es verdad.En Septiembre volvere.Un abrazo de Victor del Leroy.
Publicar un comentario