Este es el séptimo viaje a Lourdes que hago, es un viaje que no se puede describir, pero si un viaje que todos los hermanos de la Tierra deberíamos hacer. Mi experiencia como cada año no puedo plasmarla en un papel, puesto que es tan grande lo que siento que no se puede medir pero intentaré explicar algo.
Cuando viajamos a Lourdes, desde el viernes por la mañana siento una emoción tan grande como cuando era pequeña y sabía que iba de excursión con el chocolate y el trozo de pan. Salimos de la Llagosta donde nos juntamos con grandes hermanos. Hacemos la segunda parada, y ahí empieza una de mis alegrías, mi gran amiga reparte un caldo con sabor a gloria, nos lo tomamos a la luz de la farola, y este año, alrededor de la farola había una mariposa de unos 5 centímetros que revoloteaba, y pájaros que se escuchaban cantar entre los árboles, parecían alegrarse de nuestra llegada.
¿Cómo puedo definir la gran cadena? Mientras el cielo brillaba con un sol esplendido un pájaro sobrevolaba la cadena, y no quiero caer en la obsesión pero era lo que yo veía.
Y de la vela que puedo decir de esa luz que quiere iluminar el mundo entero. También creo que este viaje es especial porque lo que importa es con quien viajas, como dice mi gran amigo. Vía Crucis o Calvario, es un sitio dónde está la representación de la muerte de Jesús, y no me gusta mucho recordar tanto sufrimiento. Para mí el plato fuerte es el de las 5 de la mañana del domingo, hermanos no lo puedo definir porque lo que ves con el corazón no se puede explicar, como el viento es siempre el protagonista, como no hace viento en ningún sitio y encima de esa montaña sagrada sí, a veces me pregunto quiénes somos y que hacemos ahí.
Me pide mi gran amigo que escriba algo de Lourdes, pero no puedo porque lo que se ve con los ojos del alma es imposible ponerlo en un papel.
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