Querido hermano Antonio: mis sensaciones y mis sentimientos en mi viaje a Lourdes fueron muchos, sólo con el hecho de poder ir ya es un privilegio.
En la rueda de energía se me agolpaban las emociones, me acordaba de mis seres queridos que no están ya, en aquél lugar Santo podía contemplar la grandeza de Dios, rodeada de todos los hermanos y esa naturaleza tan maravillosa, y a ese hermanito tan pequeño llamado Lucas, que es un ejemplo a seguir, por la fuerza que le infunden sus padres, y también sentí mucha paz, parecía que estaba dentro de un sueño. Deseo que la paz que recibí en Lourdes la pueda llevar a todas las personas de mi familia, y a todas las que me encuentre en mi camino.
En el Vía Crucis pasó algo maravilloso dentro de mí, empecé a valorar las cosas hermosas que me han sucedido desde la primera vez que vine a Lourdes, soy más paciente, tengo paz en mi casa. Deseo ser más humilde me pongo más en el lugar del otro, y también encontré la paz para encontrarme a mí misma que no es fácil.
Y en la subida a la escalera, con todos los hermanos, había mucha energía que nos rodeaba, yo intuía no sé si es la palabra correcta, que allí estaban, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sobre todos los hermanos, infundiéndonos amor, respeto, tolerancia, paz y comprensión, para que cada día esto lo pongamos en práctica y valoremos más las cosas pequeñas que son las que tienen más valor.
Quiero daros las gracias a ti, Antonio y a Maruchi por todo el amor que nos dais, y por encontraros en el camino pues con vuestras enseñanzas, y con las energías que nos transmitís llegaremos a conocernos un poquito más, y a valorar lo que tenemos, que lo que estamos viviendo a vuestro lado no lo olvidaremos jamás.
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