Son dos historias que sería muy complicado explicar cómo llegaron a mis manos, y más pensar como yo soy, que ante todo y en todo me gusta la claridad.
Pero no podía negarme a incluir estos dos escritos en mi segundo libro, por quién me lo pedía, más bien como un ruego. También al leerlo creí que contenía más mensajes que no podían quedar en el fondo de cualquier cajón de mi mesa. Siempre pensando que a muchos de ustedes podían servirles de catalizador y a lo mismo que yo enriquecerse con sus contenidos.
El primer escrito: está escrito entre Enero y Febrero poco después de terminar unos combates muchos más sofisticados que los de armas convencionales. Según la tradición esta guerra comenzó en los años cincuenta, con el bloqueo de Berlín, y acabó cuando el muro cayó. Hubo vencedores, el imperio derrotado fue dividido y acabó exactamente como una guerra convencional. Lo único que no ocurrió fue el holocausto nuclear, y esto no ocurriría nunca porque la obra de Dios es demasiado grande como para ser destruida por el hombre.
Ahora, según la tradición, una nueva guerra va a comenzar. Una guerra todavía más sofisticada, de la que nadie puede escapar, porque a través de sus batallas se completará el crecimiento del hombre. Veremos los ejércitos, de un lado aquellos que todavía creen en la raza humana, que creen en los poderes ocultos del hombre, y saben que nuestro siguiente paso está en el crecimiento de los dones individuales. Del otro lado estarán los que niegan el futuro, los que creen que la vida termina en la materia e, infelizmente, aquellos que, aunque tengan fe, creen que han descubierto el camino de la iluminación y quieren obligar a los demás a seguirlo. Por eso han regresado los ángeles, y necesitan ser escuchados porque solo ellos pueden mostrarnos el camino, y nadie más. Podemos compartir nuestras experiencias, como he intentado compartir la mía en este escrito, pero no existen fórmulas para este crecimiento. Dios puso generosamente su sabiduría y su amor a nuestro alcance, y es fácil, muy fácil encontrarlos. Basta permitir la canalización, un proceso tan simple que yo mismo tardé mucho en aceptar y en reconocer.
Como los combates tendrán lugar, en su mayoría, en el plano astral, serán nuestros ángeles de la guarda los que empuñarán la espada y el escudo, protegiéndonos de los peligros y guiándonos hacia la victoria. Pero nuestra responsabilidad también es inmensa, somos nosotros los que debemos, en este momento de la historia desarrollas los propios poderes, crecer, que el Universo no acaba en las paredes de nuestra propia habitación, aceptar las señales, seguir los sueños y el corazón.
Somos responsables de todo lo que ocurre en este mundo. Somos los Guerreros de la Luz. Con la fuerza de nuestro amor, de nuestra voluntad podemos cambiar nuestro destino, y el destino de mucha gente.
Llegará un día en el que el problema del hambre podrá ser resuelto como el milagro de la multiplicación de los panes. Llegará un día en el que el amor será aceptado por todos los corazones, y la más terrible de todas las experiencias humanas, la soledad, que es peor que el hambre, será barrida de la faz de la Tierra. Llegará un día en que los que llaman a la puerta verán que esta se abre: los que piden, recibirán, los que lloran serán consolados. Para el planeta Tierra este día aún está muy lejos. Sin embargo, para cada uno de nosotros, este día puede ser mañana.
Basta con aceptar un simple hecho: el amor de Dios y del prójimo nos muestra el camino. No importan nuestros defectos, nuestros peligrosos abismos, nuestro odio reprimido, nuestros largos momentos de flaqueza y de desesperación. Si queremos corregirnos primero, para después partir en busca de nuestros sueños no llegaremos nunca al paraíso. Sin embargo, si aceptamos todo lo que hay de malo en nosotros y, aún si creemos que merecemos una vida alegre y feliz, entonces estaremos abriendo una enorme ventana para el amor. Poco a poco, los defectos desaparecerán por sí mismos, porque el que es feliz sólo puede mirar al mundo con amor. En el libro, los hermanos Karamázov, nos cuenta la historia del Gran Inquisidor, que repito ahora con mi escrito.
Durante las persecuciones religiosas en Sevilla, cuando todos los que no están de acuerdo con la Iglesia son detenidos y quemados vivos, Cristo vuelve a la Tierra y se mezcla con la multitud. El Gran Inquisidor nota la presencia de Jesús, y lo manda detener. Por la noche, va a visitar a Jesús a su celda y le pregunta por qué había decidido volver justamente en aquél momento: “nos estás entorpeciendo -dice el Gran Inquisidor- después de todo, tus ideales eran muy bonitos, pero somos nosotros los que conseguimos ponerlos en práctica”. Discute con Jesús argumentando que, aunque la Inquisición fuese juzgada severamente en un futuro era necesaria, y estaba cumpliendo su papel. No merecía la pena seguir hablando de paz, cuando el corazón del hombre estaba en guerra. Ni hablar de un mundo mejor, cuando había tanto odio y tanta pobreza en el corazón del hombre. No merecía la pena sacrificarse en nombre de toda la raza humana, porque el hombre todavía sufría sus sentimientos de culpa. “Tu dijiste que todos los hombres eran iguales, que tenía la luz divina en su interior, pero olvidaste que los hombres son inseguros, y que necesitan a alguien, necesitan que los orienten. No entorpezcas nuestro trabajo, vete” – dice el Inquisidor haciendo desfilar ante Jesús una serie de argumentos brillantes.
Cuando termina de hablar, hay un silencio muy grande en la celda de la prisión. Entonces Jesús se acerca al Gran Inquisidor y lo besa en el rostro. “Puede que tengas razón – dice Jesús- pero mi amor es más fuerte”.
No estamos solos. El mundo se transforma y nosotros somos parte de esa transformación. Los ángeles nos guían y nos protegen. A pesar de todas las injusticias, a pesar de cosas que no merecemos que nos ocurran, a pesar de sentirnos incapaces de cambiar lo que está mal en nosotros y en el mundo, a pesar de todos los brillantes argumentos del Gran Inquisidor, el amor todavía es más fuerte, y nos ayudará a crecer. Y sólo entonces seremos capaces de entender estrellas, ángeles y milagros.
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