El viaje a Lourdes es una de las experiencias más bonitas que me han pasado en la vida. A parte de lo bien que me lo paso, porque durante esas dos noches y dos días que dura el viaje, he aprendido muchas cosas y todas buenas. Las compartes con amigos y con otras personas que no conoces de nada pero les coges cariño, no hay nadie realmente extraño, vamos todos juntos con mucha ilusión de encontrarnos con la Virgen. Cada uno con motivos diferentes, pero con todo el amor hacia esa Virgen tan preciosa.
Todo es bonito, el paisaje, la gruta donde se apareció la Virgen, estar delante de ese sitio es…bueno no tengo palabras para poder explicar lo que siento al hablar con ella, es alegría, es tristeza, es pedirle y darle las gracias al mismo tiempo, son muchas emociones.
El Vía Crucis es muy emotivo y bonito, caminar todos los hermanos juntos, rezar y cantar en cada estación, hay que vivirlo para saber lo que se siente.
La vela que le ofrecemos es también emocionante, en los lazos van tantos nombres de personas, de familiares y amigos que pedimos a la Virgen por todos ellos, no hay otra vela como la nuestra.
Cuando subo la escalera de rodillas y rezando lo paso mal porque me duelen, pero le pido a Dios fuerzas para poder llegar hasta el final y encontrarme con él y con su ayuda lo consigo, igual que en mi vida diaria siempre me da las fuerzas necesarias para seguir adelante hasta que él quiera y me lleve con él.
Otra cosa importante es la unión de las personas que vamos, el respeto de unos con otros.
He aprendido a ser paciente, a no juzgar a las personas antes de conocerlas, que todos tenemos problemas de una manera o de otra, que lo importante de las personas, está dentro de su físico y no fuera. Que hay personas que tienen un gran corazón y te aceptan como eres y que hay personas que sin apenas conocerlas las quieres un montón.
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