domingo, 24 de abril de 2011

ZAMBULLIRSE EN LA VIDA


Para disfrutar de cada día es importante no creer que el tiempo es infinito. Nadie tiene un contrato con la vida. Vivimos en un entorno presente y si profundizamos en esta idea concluiremos que tanto el pasado como el futuro son sólo pequeños trucos de nuestra imaginación.

Como se dice vulgarmente, el ayer es un talón sin fondos y el mañana apenas una promesa de pago. La vida verdadera se gasta en efectivo y eso es aquí y ahora. De nada sirve retardar infinitamente la zambullida en la piscina de la vida. La mayoría de fracasos empiezan por el temor de poner a prueba el potencial de cada uno. Un miedo nefasto, cuyo disfraz empuja a algunos a beber en exceso, dormir demasiado, esconderse de una sexualidad promiscua y superficial o pasar largas horas frente a la pantalla de un ordenador o el televisor.

Quizás el mayor de los secretos para conseguir esa invaluable sonrisa matutina sea aprender a valorar las cosas buenas que uno ya tiene. Podría suceder que tú creas que no tienes demasiadas cosas buenas para valorar, que la hipoteca te impide ahorrar, que el trabajo no te satisface, que no puedes darte tantos gustos y que te preocupa que la memoria, la fuerza y la juventud, a veces parezcan estar en fuga.

Como la mayoría, supones que todo sería fácil si tuvieras una gran riqueza o un gran poder, aunque como todos tu también sabes de algunos hombres y mujeres millonarios o poderosos que son muy infelices y tienen vidas muy atormentadas e incluso solitarias. No estoy diciendo que no sea agradable tener dinero y con él conseguir el acceso a las cosas que sólo el dinero puede comprar. Estoy diciendo que también es bueno detenerse alguna que otra vez a reflexionar para estar seguros de no haber perdido las cosas que el dinero no puede comprar.

¿Cuánto vale vivir dónde vivimos? Pero no en un país en guerra, sino cuánto vale no estar en paro, cual es el valor del amor de tus amigos o de tu familia. Otra forma de poner ejemplos es preguntarnos ¿venderíamos nuestros ojos por un millón de euros? ¿O tus manos por diez millones?

Y si ahora te das cuenta del error de no valorar lo que tienes no pierdas el tiempo en recriminarte, porque parte del desafío es enfrentarse a la vida con una sonrisa, es no quedarse demasiado tiempo reprochándose los propios fallos, sino utilizarlos como disparadores de nuestro aprendizaje. No olvides que las lecciones más importantes de la vida vienen de la mano de nuestros mayores fracasos.

Una sonrisa es la puerta abierta del enfermo, del que perdió la fe, del que tiene depresión y el puente de las familias enfadadas. SONRÍE.

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