Mi diario está basado en momentos muy reales vividos desde mi infancia, mi niñez, pubertad y hoy en la actualidad a mis 80 años.
Hoy 11 de Junio:
Quiero empezar por mi familia, jamás me atrevería a nombrarlos a todos, no por nada que tenga que ocultar, más bien porque es muy numerosa. Pero nunca podría dejar de mentar o ignorar a mi abuelo paterno, hombre rudo donde los haya, con una disciplina castrense, donde jamás me permitía escusas, de males o cansancios, para lo que él ordenaba. Y aunque mi padre me lo contaba una y otra vez, ya de pequeño lo comprobé por mí mismo, y más el día que me mandó a montar su caballo, no solamente el miedo me inmovilizó, también el grito que me dio, desperté al momento y como niño empecé a llorar, mirando insistentemente a mi padre pidiéndole ayuda, pero en vez de ser mi aliado, se quedó inmóvil, sin hacer nada, cuando mi abuelo se acercó a mí creo que me hice pipí, no por miedo, más bien por su personalidad y su forma de decir las cosas, aunque su autoridad era más que notable, su rudeza estaba siempre acompañada de mucho amor. Quizás dos cosas muy distintas, ya que por un lado su rudeza nos hacía más fuertes, más confiados, y muchas más confianzas en nosotros mismos, el amor que nos daba servían para ser muy humildes y sinceros. Hoy, cuando recuerdo el episodio del caballo me doy cuenta de que mi abuelo nunca se equivocaba, porque a partir de ese momento no hubo obstáculos que me impidieran superarlos.
Según mi padre cuando él y sus cuatro hermanos cumplían la edad de 15 años, los reunía en privado y les decía cuáles eran sus sueños para cuando fueran hombres. Según mi padre a ninguno jamás le contradijo sus pensamientos o ilusiones. Mi tío el mayor quiso ser piloto y así fue, el segundo agricultor y mi abuelo le regaló muchas hectáreas de tierra para que labrara. El tercero, mi padre, médico y la única chica es decir mí tía, bióloga. Todos lo consiguieron fue en aquél tiempo el orgullo de la familia, y por supuesto del abuelo que murió feliz y cumpliendo sus cometidos.
Hoy día 4 de Julio:
Quisiera hablar de mi padre, mucho más flexible que mi abuelo, pero con su misma disciplina, y muy amante del orden, aquella mañana aún recuerdo, incluso el tiempo que hacía, era un día que invitaba a quedarse en la cama, el viento como si fuera un maestro de orquestra movía los árboles al compás de su batuta, acompañaba al viento la lluvia que se hacía notar en el techo del garaje, como un repicar de tambores. Solíamos levantarnos temprano aunque fuera festivo o Domingo. A mis padres desde que éramos pequeños les gustaba que todos estuviéramos juntos, no solamente en el desayuno, también en la comida y cena. Aquella mañana había en el ambiente algo especial, son aquellos días que tu intuición de adolescente presagia algo. Así fue, después de un desayuno como siempre alegre, cordial, dando unas agradables notas de familia unida. Mi padre miró a mi madre y tomó la palabra, no solamente era muy respetado por sus pacientes y amigos, nosotros le teníamos mucho respeto y más cuando las situaciones lo requerían, mi hermana y yo lo miramos y pusimos toda nuestra atención a lo que nos tenía que decir.
Ni mucho menos sus palabras parecían a mi abuelo, ya que eran menos autoritarias, pero iban enfocadas a la misma preocupación de todo padre, el futuro de sus hijos, siempre respetando sus principios e ideas. Como dije al principio, mis tíos y mis tías por parte de mi padre todos estaban muy bien profesionalmente como económicamente, por parte de mi madre también pero sus casos tenían negocios propios, heredados por mis abuelos maternos.
Volvamos a la mañana que yo la catalogué como el día del viento. Mi padre nos dijo a mi hermana y a mí cuáles eran nuestras ideas o pensamientos para el día de mañana. La primera en hablar fue mi hermana, cuatro años mayor que yo y con unas ideas formadas como mujer y unos pensamientos, con formas e ideas para el mañana. El planteamiento que le expuso a mi padre fue muy convincente y llenó de esperanza para un buen futuro. Plasmo aquí en este diario las palabras y proyectos de mi hermana Beatriz.
“Papá, mamá como habéis comprobado y desde que era pequeña mi inclinación y amor por los animales, creándome y crearos problemas por mordeduras de algunos de ellos. Mi intención siempre contando con vuestra aprobación es ser veterinaria. Hoy a la edad de 14 años lo tengo muy decidido, como mis notas siempre fueron muy buenas creo que no tendré problemas de elegir Universidad.”. Tengo que decir que mi hermana siempre fue una empollona, pero como ella bien dice, su amor hacia esos animalitos un día casi me tiró por la ventana, ya que al destapar la cama había una serpiente entre mis mantas. Di tal grito que hasta los vecinos corriendo a casa creyendo que había fuego.
Pero en honor a la verdad, a parte del cariño que le tengo, es también la admiración por todo lo que hace muy bien, que el lector no vea en mi interpretación ningún tinte de envidia. Muy al contrario, es el respeto por un ser maravilloso. Mis padres muy emocionados le dieron las mejores felicitaciones por tomar esa decisión, tan compartida por ellos porque aunque mi madre no es médico está muy vinculada a la sanidad.
Bien, yo igual que ellos aplaudí la decisión de mi hermana porque la veía triunfadora, superando la gran prueba de tomar decisiones con un jurado que eran mis padres. Cuando llegó mi hora el silencio se hizo sepulcral, porque nadie de mi familia y menos aún mis padres escucharon jamás nada con referencia para cuando fuera mayor. Quizás a ellos les sorprenderían mis sueños o ideas, pero a mí no porque desde los ocho años sabía lo que sería mi vida, y por muchos consejos o opiniones contrarias seguiría con mi cometido para un mañana, ya que heredé la fuerza, constancia, la disciplina de mi abuelo y la inteligencia de mi padre, uniendo todo esto en una coctelera sacaríamos unas fuerzas capaces de derribar el muro más tupido.
“Papá, mamá, siempre esté donde esté mi corazón estará con los dos, pero a diferencia de mi hermana, yo no puedo deciros la carrera que voy a seguir, eso lo dirá el tiempo, pero me gustaría que me oyerais y después podréis opinar. Bien, aun soy un niño, yo diría mejor un niño hombre. Porque desde hace tiempo tengo mucha inquietud por todo lo que pasa en el mundo y más por los que pasan hambre, los desahuciados, por los humillados y por todos los seres humanos que por guerras, o por obligaciones están fuera de sus tierras.”
Miraba a mis padres de reojo, pero su expresión era serena, quizás esto me daba más fuerzas para expresarme, pensando que ellos como seres inteligentes me comprendían. Por primera vez en mucho tiempo mi madre se adelantó a mi padre y con palabras llenas de amor me invitó a que la escuchara, al mirarla vi unas lagrimas en sus bellos ojos, quizás fuera por mis palabras o tal vez porque algún día me marcharía. Pero como siempre estaba muy equivocado. Así se dirigió mi madre a mí:
“Mira hijo mío, cuando yo era como tú tenía un hermano mayor que yo con las mismas ideas que tú, hoy al escucharte era como hace mucho tiempo escuché a mi hermano hablarle a mis padres igual que tú a nosotros. Yo creía que era unas ideas de joven, o deseo de hacerse notar, pero hablaba muy enserio. Mis padres trataron de quitarle las ideas de la cabeza pero todo intento fue en vano. Pero viendo que no podían le aconsejaron que se preparara muy bien, es decir, conocer la fauna, costumbres de los países que quería recorrer, incluso sus comidas o religión. También le aconsejaron que hiciera unos cursos de primeros auxilios, él no escuchó a nadie, y un día antes de cumplir los 18 años se embarcó en ese barco rumbo a África, de donde jamás regresaría, fue pacto de la malaria, muriendo en la más pura miseria en el fondo de una selva que le sirvió de tumba para siempre. Cuando lo encontraron a diferencia de los demás exploradores que iban equipados, él no llevaba ni una simple manta. Todos a igual que nosotros pensamos que fue un suicidio.”
En esos momentos mi madre no pudo retener sus lágrimas y menos el grito ahogado que partió de su garganta. Mi padre se dirigió a mí después de tranquilizar a mi madre y con sus palabras de amor me dijo:
“Hijo mío, al contar esta historia tu madre, jamás pretendemos desanimarte o pretender cambiar tus ideas, lo único que queremos es que te prepares y estudies todo sobre los países que quieres recorrer.”
Mi respuesta fue de inmediato, “papá y mamá me prepararé, os lo prometo”, entonces las sonrisas nos envolvieron a los cuatro.
Hoy 15 de Julio:
Cumplo 16 años, estoy mejor preparado porque estudié muy a fondo el país que visitaré primero, el Tíbet, con sus misteriosos Lamas, creo que tanto lo estudié que me siento uno de ellos, ya que aprendí con un maestro las diferentes formas de ayunar y meditar. Mi vida transcurría de una manera muy sencilla, muy feliz por esta gran familia que tengo, la escuela, el deporte, los conocimientos, el estudio y la forma en que dirigiría mi vida, me ocupaba todo el tiempo. En los días de fiesta organizaba escalada, acampada, senderismo…quería ejercitar mis músculos y mi mente. Dicen que jamás te acostarás sin haber aprendido algo nuevo, esto fue precisamente lo que me pasó a mí en uno de esos senderismos. Después de cruzar un pequeño pueblo me encontré casi por casualidad con un ermitaño, creo que lo mismo que a mí y a él nos pasó algo muy extraño, nos miramos un instante y era como si nos hubiéramos visto antes.
Este buen hombre con sus largos pelos y su barba muy tupida daba una gran confianza y más viendo sus ojos pequeños, pero muy vivos. Después de las presentaciones de rigor me dijo que se llamaba Benito, y que había recorrido parte del mundo: pero en ninguno de los lugares que estuve jamás encontré la paz que encontré aquí, donde hoy precisamente hace 25 años, y parece que fue ayer, fui profesor en varias Universidades, pero nada me satisfacía, encontré el amor como cada hombre pero me prometí no tener hijos para que no sufrieran cuando me marchara, lo que sí amigo joven, fui muy claro con mis parejas, decirle ante todo que algún día tenía que cumplir mis sueños, ellas me aceptaron tal y como yo era. Yo lo escuchaba muy atentamente y quizás este fue el motivo por el que mi amigo Benito, me dijo sin pensarlo: amigo joven, creo que tu y yo somos iguales. Algún día te marcharás como yo, pero antes prepárate lo mejor que puedas. Bello consejo de un hombre que recorrió parte del mundo como si este gran hombre leyera mis pensamientos me propuso pasar con él parte de las vacaciones de verano. Salté de alegría porque estaba seguro de que completaría mi enseñanza antes de dejar definitivamente mi hogar y la familia.
Quedamos en que le diría algo porque en casa todo era planteado como en una reunión de directores para decidir el futuro de la empresa. Ya en casa y en la sobremesa de la cena, les planteé a mis padres mis ideas y el emotivo encuentro con Benito, creo que tengo la suerte de tener unos padres tan comprensivos y modernistas, si más me dieron el visto bueno pero con la condición que un fin de semana irían ellos en persona a conocerlo. Me pareció estupendo, pero a mi padre como médico le preocupaba la salud, y su pregunta fue como era en si Benito, le hice una descripción no muy exacta, pero me acerqué mucho a la realidad. Por lo que me dijo contaba con la edad de 78 años y que jamás había estado enfermo, su única medicación eran las hierbas que durante el año recolectaba, secaba y preparaba con mucho amor para cada una de las dolencias que fueran apareciendo. Mi padre un poco escéptico no daba crédito a lo que su hijo le decía de Benito. Pero lo que sigue aún le sorprendió más: papá, este hombre está como un roble, cada día recorre las montañas donde él vive, sale al amanecer, bien sea con lluvia, nieve, sol o bruma, da igual, sus comidas preparadas por él mismo están compuestas por hierro, vitaminas y todos los derivados para que su cuerpo esté totalmente equilibrado a igual que su corazón y mente.
Hoy día 21 de Julio:
Empiezan mis vacaciones, mi corazón late quizás más deprisa que de costumbre, desde que me he levantado mis pensamientos están preparados para las dos semanas que pasaré con mi amigo el ermitaño, ya por la tarde y cuando las primeras sombras empujaban la poca luz de ese día tan caluroso que nos anunciaba un verano muy seco. Me marché de casa no antes sin despedirme de mi familia, recordándole su visita para el próximo fin de semana. Cuando atravesaba por segunda vez el pueblo una emoción nacía en el fondo de mi corazón que me llenaba de esperanza e ilusión, porque mi intuición de joven me decía que aprendería mucho de mi viejo amigo Benito. Cuando llegué a su casa, una especie de cueva muy bien arreglada y limpia, no estaba después de buscarlo por todos los lados me dirigí a la puerta de entrada, que para mi sorpresa estaba abierta, sin miedo entré y lo primero que vi me impactó, estaba todo muy limpio y sobre la mesa había una nota, la cual me decía que me fuera instalando lo más cómodo que pudiera, que él vendría tan pronto como pudiera.
Mi reloj marcaba en esos momentos las 9.30, aunque era ya medio verano la noche caía sin poder pararla, como todo ser humano ya que por naturaleza somos curiosos repasé con mi vista toda la habitación donde estaba, mitad comedor, mitad sala de estar. Lo que me destacaba después de los libros eran unos diplomas y fotos, con grandes personalidades de la cultura, política e incluso del deporte, haciendo entrega de unas medallas en unos actos solemnes.
Estaba tan distraído que no me di cuenta de que mi amigo entraba dándome las buenas noches y pidiendo disculpas por su tardanza. Me fijé en lo que traía en las manos, eran unas ramas en forma de uve, tanto me llamó la atención que mi amigo, sonriendo me dijo para lo que servía, era sencillamente para buscar agua, para mí era nuevo, pero mi amigo me explicó que desde hacía muchos siglos, y en diferentes culturas ya empleaban este método, desde los tuaregs en el desierto del Sahara, también los etíopes de Eritrea, pasando por muchas más culturas que lo empleaban de una forma hereditaria.
Después de instalarme en una cómoda cama y una cena ligera, mi amigo me dijo que descansara que al día siguiente teníamos mucho que hacer. Me quedé de inmediato dormido, pero el despertar no fue lo más dulce, y más si estamos acostumbrados al despertador o la dulce voz de nuestra madre que con amor nos invita a despertarnos. Aquí fue muy diferente, el ruido del ladrar de los perros y los graznidos de los cuervos, pero para mí era maravilloso, aunque todavía era casi de noche no me importó levantarme, mi amigo ya vestido me esperaba con una leve sonrisa, me ofrecía un cuenco de leche y unas galletas, a su izquierda a parte de las ramas que trajo la noche anterior, había también dos mochilas y dos sacos de dormir, una vez terminado el fugaz desayuno nos pusimos en marcha, pero antes de empezar la caminata, mi amigo me advirtió que desde el instante que partiéramos el silencio sería sepulcral pasara lo que pasara jamás debía hablar, así se concentraría en todo el esplendor que la Madre Naturaleza nos ofrecía, asistí con la cabeza en prueba que le había comprendido.
Por primera vez se dirigió a mí no como mi joven amigo, me llamó por mi nombre y me dijo: Andrés, aun eres muy joven pero eso no importa porque eres muy inteligente, aprende esta lección de hoy, la llamaremos el silencio. Esto lo aprendí de los Lamas, ya que en mis tiempos de profesor y en la actualidad no se respeta el silencio, gritamos y hablamos tanto que muchas cosas importantes pasan por nuestras vidas sin darnos cuenta. Mi joven amigo Andrés, disfrutar del silencio es saber que no estás solo en el Universo, ya que captarás cada ruido, cada respiración, conocerás los misterios de la Naturaleza y algo muy importante, te conocerás a ti mismo y te darás cuenta cuanto valor hay dentro de ti, que por ir tan deprisa ignorabas.
Después de un día de enseñanza y de unas largas caminatas, con unas comidas fugaces llegó la hora de regresar, el Sol que nos acompañó a lo largo de la jornada al igual que nosotros, decidió dar paso al descanso y que la noche hiciera su labor. De regreso rompimos el pacto de silencio para mi sorpresa mi amigo Benito no me habló de lo que había aprendido, se limitó a hablarme de cosas que nada tenían que ver con lo acontecido. Cuando llegamos a la casa cueva, era ya de noche cerrada, sin más preámbulos me dijo: imítame en todo lo que yo haga. Mi amigo se sentó en el suelo, en la puerta de entrada mirando hacia la noche, con las piernas en forma de meditación, levantó las manos y la dirigió hacia la Luna. Copio aquí sus palabras de oración: “Madre Naturaleza, te damos las gracias y a través de Dios, de las fuerzas que hoy hemos recibido, te pedimos perdón si en algún momento hemos infligido tu ley. Te damos las gracias mi amigo y yo por habernos cuidado y alimentado a lo largo de este día que se acaba envuélvenos hermana Luna con tu luz, para que cada día tengamos las mismas fuerzas.”
Nos levantamos pero en mis ojos había unas atrevidas lágrimas que quisieron unirse a mi felicidad. Estaba tan sorprendido que cuando miré a mi amigo ya estaba desnudo y dándose un buen lavado a la luz de la que él llamó hermana Luna. No tardé ni un segundo en imitarlo, ya dentro de la cabaña al igual que la noche anterior una cena ligera y muy pronto a la cama para afrontar con fuerza el día siguiente. En los días sucesivos me enseñó lo que era el amor, pero no ese amor ligero que muchos seres humanos lo emplean como moneda de cambio. El amor que me enseñó partía del corazón, con una pureza muy difícil de explicar.
Amor a todo, y por todo no solamente por uno mismo, también por cada planta, cada animal, pequeño, mediano o grande. Por las personas marginadas, inteligentes, pobres y ricas, en definitiva por todo el planeta. Porque poco a poco le está haciendo mucha falta. Más tarde seguiremos con esas necesarias enseñanzas, y aunque mi amigo me dijo que las dos cosas que más odiaba eran el reloj y los móviles, tuve que hacer uso de él por una llamada de mis padres.
Hoy día 25 de Julio:
Cuando son las once de la mañana de un domingo lleno de alegría y Sol, recibo la llamada de mi padre, diciéndome que le es imposible visitarme por problemas laborales, posponiéndome para el fin de semana siguiente. Cuando se lo comenté a Benito, aparte de no decir nada, había en sus labios una pícara sonrisa, de verdad amigo lector, este hombre aparte de su vitalidad y su corazón, es el hombre más sabio que he conocido y conoceré en el resto de mi vida. Era como si él supiera el porqué no podían venir, quizás antes de que me vaya de su lado me explique esa parte misteriosa que en muchos momentos lo envuelve.
Hoy día 26 de Julio:
Y cuando son las cinco de la mañana reanudamos nuestra particular vida de aprendizaje para fortalecer mi materia y el espíritu. Hoy tocaba “el gusto”, no solamente por todo aquello que pueda endulzar nuestra vida, también por lo amargo. Según mi amigo y Maestro el gusto por todo lo que nos rodea, decía que si disgustamos todo aquello que nos puede servir para dulcificar nuestra vida, y la de los demás podremos dar unos pasos de gigantes en nuestra enseñanza. Sin apartar jamás lo amargo porque quizás no tenga el dulzor de lo dulce, pero es más nutritivo, y con muchas más propiedades para fortalecer la materia humana.
Él veía que al igual que los seres humanos habían apartado el color negro de sus vidas, creyéndose todas las fábulas y leyendas urbanas de combinar el negro con la muerte, el luto, las desgracias y los duelos. El color negro, igual que lo amargo forma parte de nuestras vidas porque sin una causa nunca le daríamos el valor a lo contrario, es decir, si no existiera el negro, no le daríamos el valor que tiene a los demás colores. E igual que si no existiera lo amargo jamás valoraríamos lo dulce.
De vuelta a casa, nos paramos en un paraje de ensueño, lleno de bosques y un lago, que era como un espejo. Benito decidió que pasáramos allí la noche, ya no me extrañaba nada de este buen amigo, pero como siempre llevaba razón, aprovechó los mil olores de tantas plantas aromáticas para que desarrollara el olfato, como todos los sentidos también este es muy importante, creo que esta enseñanza fue muy buena porque pasamos de la teórica a la práctica, el silencio, el gusto y el amor, creí que ya todo estaba terminado.
Mi amigo, con un gesto me indicó que escuchara y oliera, todo estaba tranquilo incluso los grillos y demás insectos nocturnos, se unieron a nuestro silencio. Pero de pronto a mi derecha se movieron todas las ramas, dando paso a un enorme jabalí que dejó tan helado como si fuera una estatua de hielo, al contrario de mi, mi amigo reía con todas sus fuerzas, como si previera lo que iba a ocurrir. Se dirigió a mí diciéndome que se alegraba de lo ocurrido porque a partir de ahora el olfato lo tendría más desarrollado. Seguidamente me dijo que me fijara muy bien en todo lo que me rodeaba, árboles, tierra, piedras… que lo estudiara palmo a palmo, me dio de tiempo dos horas para realizar este ejercicio, que lo llamó ( tacto).
Me dejó a mi aire, no antes decirme que en dos horas volvería, amigo lector quizás lo mismo que a mí os pasaría a ustedes como podía medir el tiempo si no disponíamos de relojes. Pero para mi sorpresa a las dos horas estaba junto a mí con un gran pañuelo que sirvió para tapar mis ojos, después de darme mil golpes y muchas caídas me orienté en la obscuridad y recorrí una y otra vez el terreno donde habíamos acampado, como si fuera de día y con mis ojos libres para ver. Cuando me mandó quitar el pañuelo podía saber el tiempo que lo había llevado en mis ojos, pero ya amanecía cuando lo miré a la cara vi mucha ilusión y orgullo, pensé que estaba contento por lo bien que había superado las dos pruebas, del olor y el tacto.
Hoy 1 de Agosto:
Terminan las dos semanas que me comprometí para vivir en compañía de mi amigo, él lo mismo que yo temíamos que llegará este día que nos separaría para los restos. El día amaneció un poco lluvioso, como si quisiera de alguna manera unirse a nuestra tristeza. Y aunque mis padres no llegaron a venir, él no me habló ni me dijo porque, tampoco a mi me importó porque pude comprender, quizás a última hora que si hubiera venido no me iba a beneficiar en mi aprendizaje. Quizás eso era lo que me quería decir con esa sonrisa la primera vez que mis padres me llamaron que no podían venir.
Cuando terminé de recoger mis cosas, y cuando me acercaba a él puso un dedo en sus labios como si quisiera decirme que empleara el silencio, con lágrimas en los ojos me abracé a este amigo que jamás lo olvidaré el tiempo que viva.
Hoy 3 de Agosto:
Quiero antes de nada dedicar este apartado en honor a todos los hombres buenos del mundo que son capaces de hacer con su amor, que de un simple encuentro puedan crear la más bella amistad.
Gracias amigo Benito.
Hoy 3 de Enero:
Cumplo la mayoría de edad, desde esta misma mañana, incluso desde anoche he visto en mi familia caras de preocupación, quizás intuyan que se acerca la hora de mi partida, aunque hablaron conmigo y los vi muy contentos por el cambio que había experimentado, física y anímicamente, como ellos dicen me ven como más hombre. Cuando nos reunimos para comer, y como siempre en la sobremesa les comuniqué cuál era mi intención y el favor que les iba a pedir.
Primero mi intención era que me marcharía en Marzo después del cumpleaños de mi hermana, y después de su graduación como bióloga. El favor que os pido es que visitéis cuando podáis a Benito, que jamás le falten ni alimentos y aún menos asistencia médica.
Hoy 21 de Marzo:
Día de mi marcha, reunidos todos después del desayuno y con muchas caras largas. Mi padre me entregó dos cantidades de dinero, una provenía de un dinero que había dejado mi abuelo para algún día nuestra educación, y la otra era de mis padres que quedaría ingresada en un banco de China. Ya que en el Tíbet difícilmente habría entidad bancaria.
Hoy 30 de Octubre:
Los cinco años que he pasado con los Lamas para por supuesto una mejora como persona, y ha servido para completar mi formación espiritual, muy pronto pensaré en visitar otro lugar, pero no antes decirle a todo lector que la paciencia es el mayor don que Dios nos dio, ya que desde que nacemos carecemos de ella. La paciencia, la disciplina, el amor a la naturaleza, y más a uno mismo nos forma como hombres y en algo que estamos muchas veces muy lejos de alcanzar, en seres humanos.
Compartir lo poco o lo mucho que tenía con los monjes Tibetanos me sirvió para no ser egoísta. La disciplina me sirvió para que mi cuerpo ante dominante fuera dominado por la mente disciplinaría. La meditación me sirvió para pervivir y conocer mi cuerpo. El ayuno para que comprobara que el hombre necesita muy poco alimento para poder sobrevivir.
Pero como dije en los capítulos anteriores, ante todo hay que prepararse muy bien antes de emprender ninguna acción. Desde aquí le doy nuevamente las gracias a mi maestro y amigo Benito. A mis 23 años y con mucho saber sobre el comportamiento de muchas culturas asiáticas mi próximo destino, China. Para poder vivir entre ellos tengo que dejar mis anteriores vestimentas, es decir, la ropa que visten los monjes del Tíbet, como está la política entre ellos tan revuelta preferí vestir a lo Europeo. Mis pensamientos o mi forma de ser me dicen que jamás pongas tiempo o límites para la estación en este nuevo país, hay que dejar que las cosas se desarrollen solas como bien dicen los pensadores,” jamás empujes las aguas de un río, déjalas que fluyan por si solas”.
Después de pasar siete años en China aprendiendo de su cultura y disciplina tengo muchas ganas y cada vez más de volver a Europa. Creo a mis 30 años, estoy más curtido y más preparado por si algún día decido vivir sólo. Quiero que sepáis que en este camino que elegí voluntariamente todo es tan bonito, cuento aquí mis proezas y enseñanzas, pero jamás contaré mis miserias que fueron muchas, desde trabajar en lo más bajo, hasta pasar hambre y frío durmiendo en cualquier banco de cualquier parque.
No creáis que mi estancia en el Tíbet al igual que en China, era todo alegría y libertad, pensaréis, ¿y porque te fuiste?, buena pregunta amigo, espero que todos los seres del mundo encuentren la verdad y lo que realmente desea, aunque los caminos muchas veces no sean como pensábamos. Pero no olvidar que de lo malo, de lo bueno, de la enfermedad, de la salud, es la forma de madurar y aprender, y aunque voy dejando un reguero de amigos que me sería imposible llevarlos conmigo físicamente, pero siempre los llevaré en mi corazón.
Hoy 5 de Enero del año del Señor:
Sur de Francia. Pueblo de Talbe, muy cerca de Lourdes, aunque no soy muy creyente me emociono mucho cuando me hablan del Santuario de la Virgen. Me prometí que algún día iría a visitarla.
Hoy 25 de Abril de 20 años después:
Vivo en unas condiciones muy loables y más en comunión con todo el pueblo ya que comparto y ayudo a todas las fiestas y problemas. Aunque yo vivo muy alejado en las montañas estoy en contacto y pendiente de todos los problemas que surjan en el pueblo.
Bueno amigos míos, muchas gracias por vuestra atención y lectura de esta historia real. Conseguí lo que quería a mis 80 años recién cumplidos vivo como un ermitaño en las montañas, jamás me sentí solo y aún menos aburrido, porque siempre hay algo que hacer.
Mi último consejo: es que estéis muy bien con ustedes mismos, que sonriáis igual en las penas y en las alegrías. Y pensar que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Amor y paz para todos.
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