domingo, 24 de abril de 2011

EL TIEMPO PASADO


Los más viejos nos hablan del tiempo pasado, que era mejor que este, creemos que cada uno habla ahora por la edad que tienen, queriendo olvidar o no querer acordarse de que nunca pudieron comprar la libertad y esconder el miedo. Muchos de los que hoy hablan son los mismos que hablaran cuando lleguen a su vejez, porque antes, lo mismo que ahora, todo el que tenia la vida resuelta, aquellos que estaban en el poder, los que tenían las despensas llenas, los patrones que emplean el látigo y el miedo porque sabían que nadie se revelaría contra ellos.
Preguntémosles a aquellas familias que no tenían nada, cargados de hijos, sin poder darles nada para comer, robando en los sembrados de trigo, de patatas etc. pero con mucho miedo porque si eran sorprendidos los molían a palos. Por supuesto que era una vida mejor, sus hijos tenían ropa para cambiarse en las diferentes estaciones, para el frío, calor o incluso lluvia. No como esas familias que solo tenían, por herencia, un pantalón remendado con mil hilos de impotencia y rabia.
Podían estudiar lo que querían, a los demás aunque eran más inteligentes no les daban ninguna oportunidad, tenían que hacer, desde muy pequeños, las tareas como si fueran mayores.

Quiero aprovechar el canal de luz de este hermano para contar mi humilde historia, la cual es igual que la mía, pudo ocurrir en cualquier punto de la España que un día me vio nacer.

Era el segundo de cinco hermanos, completaba la familia mis padres y mi abuela, la cual era una mujer que de todas las cualidades que tenia, la que mas resaltaba era su humildad, su silencio y que todo para ella siempre estaba bien. Mi madre me contaba que eran muchos hermanos, tenían tierras, ganados y casas. Pero un buen día su padre se lo jugo todo a las cartas, dejándolos en la más cruel ruina, costándole la muerte a su madre, que mas tarde por diferentes causas le siguieron sus hermanos quedando únicamente ella, pequeña de cuerpo, pero con una fuerza física y moral fuera de lo común.

Para hablar de mi padre tengo que respirar muy hondo por sentirme orgulloso de él, pero al mismo tiempo una gran tristeza y mucha rabia contenida de cómo lo trataron, pagó y pagamos la herencia que les dejo sus padres, salpicándonos también a nosotros, que tuvimos la gran suerte de tener unos abuelos que no comulgaban con el régimen, la política y religión de aquel tiempo.

Mis abuelos paternos: Tomas y Encarna: dos seres maravillosos que lo demostraron no solamente con su cariño hacia mí, el poco tiempo que disfrute de ellos, más bien para sus hijos, vecinos y todo aquel que llamara a su puerta, jamás nadie se fue con las manos vacías. Pero como en todas las sociedades, con sus épocas, marginaban a los mas buenos con un ataque tan cruel que lo van pagando de generación en generación, todos los culpaban pero jamás nadie supo porque, quizás su único crimen fue que no podía ir nadie de la familia a esa misa obligada de cada domingo, pero según mi madre no era por no creer sino porque tenían muchas obligaciones, no podían dejar a sus animales, eran los únicos que les podrían alimentar. Los criticaban, se apartaban de ellos incluso cuando se cruzaban por la acera se apartaban y el domingo quedaban muy bien ante el cura, principal iniciador de todo estos ataques.

Todas estas personas son las que hablan hoy y dicen de que ayer era la vida mejor que la de hoy. Ellos nacieron en la abundancia, no como yo, no tenían falta de nada. Cuando llovía mis únicos zapatos era unas tiras de goma. Esto no me importaba, mi rabia era de sus crueldades cuando se reían de nosotros, en particular el hijo del médico que era de mi misma edad. Recuerdo con impotencia que él y su hermana mintieron a sus padres de que mi hermano pequeño les había robado unos juguetes. Sus padres, muy enfadados, se enfrentaron a los míos trajeron dos testigos, mudos pero implacables, eran los dos guardia civiles que siempre les acompañaba. Mi hermano recibió un severo castigo hasta que se demostró que todo era mentira. No recuerdo que vinieran a pedirnos disculpas, según ellos éramos unos desgraciados.

Llegó el día de la fiesta mayor, todo era alegría, menos para las familias que como la nuestra no teníamos nada. Nunca comprendí que teniendo menos que ellos, la fiesta que hacíamos cuando conseguíamos cambiar el menú que cada día era el mismo, es decir, un puñado de bellotas o hierbas del campo. Con estas hierbas mi abuela Ana hacia unas sopas que con su olor hacia acercarse a más de un vecino, creyendo que teníamos los mejores manjares. Éramos muy felices, por lo menos estábamos unidos, dicen que la miseria hace unir más a las familias porque no hay egoísmo ni la competencia que tienen los ricos.

Pero la felicidad de los pobres está limitada, igual que sus recursos. Uno de los días que teníamos que recolectar hierbas, mi abuela nos acompañaba siempre, pero este día no pudo venir, no se encontraba bien, así que fue mi madre la que se puso al mando de su pequeña tropa compuesta por mi hermano, el mayor, el tercero y las dos mellizas de siete años y por supuesto yo.
Mi madre también era una experta en conocer muchas variedades de hierbas pero mi abuela la superaba con creces. Pero como todos los niños muchas veces imitan a los mayores y no preguntan, actuaron por su cuenta y riesgo, comiendo de unas hierbas muy venenosas que les causaría la muerte varias horas más tarde, sin que los contra veneno que preparaba mi abuela les hiciera efecto. Una nueva tragedia después de tantas. La gente te entristeció mucho por lo ocurrido pero nadie se acerco para decirnos si nos hacía falta algo, únicamente los más pobres como nosotros.

Hoy que puedo hablar, tengo la completa seguridad que hay mas solidaridad en los marginados que en los ricos. Y así con estos pilares de tristeza, hambre y soledad, viendo el deterioro de mi familia y sin poder evitarlo fui creciendo. Cuando contaba dieciocho años era un buen mozo, aunque carecí de mucho alimento, no fue impedimento para estar fuerte, esto fue lo que me abrió la puerta para encontrar mi primer empleo como leñador, siempre claro estar fuera del pueblo porque en él nunca había trabajo para mí. Empecé a ganar mi primer sueldo, que llegaba a casa como llovido del cielo, con el tiempo pude colocar a mi padre como vigilante fue para él como un regalo del cielo porque con tanto arrinconamiento, tanta pena, dejo de tener ilusión y que es más fuerte las ganas de vivir. Me dio la sensación como si de pronto hubiera rejuvenecido veinte años. La abuela Ana tenía varios condimentos para agregarle al caldo, dejando para los animales las hierbas.

Mi madre, que puedo contar de ella, pues que era una mujer que después de tanto sufrimiento, aun era muy guapa, siempre pensé que de joven tendría que haber sido una virgen con su pelo largo, aunque no era muy alta tenía una forma graciosa de andar, como si fuera una bailarina de ballet. Me contaba que de pequeña tuvo que trabajar mucho, y que pese a que paso mucha hambre nunca fue débil, porque en todos los tiempos siempre ocurrió lo mismo, los patronos creían que porque nos daban trabajo teníamos que obedecer en todo, como si fuéramos esclavas. Se dieron muchos casos de abusos que quedaban silenciados, pero que se comentaba que había muchos niños que no sabían quienes eran sus padres. Comprendí que siempre pasaría mientras no hubiera una justicia igual para todos. Como decía el gran pensador que “cuando coma el cordero con el lobo en la misma mesa el mundo cambiara”

Muchas veces cuando le preguntaba como conoció a mi padre, los ojos le brillaban con una luz especial. Me contaba que no eran del mismo pueblo, pero eso no impidió conocerse. Ella nunca salía, fue él el que vino al pueblo. En aquellos tiempos no había tantas maquinas como hoy tenéis en la tierra, debido a esto se formaban cuadrillas de segadores que iban de pueblo en pueblo. En una de estas iba mi padre, me decía que era el más guapo y muy alto, creo que tenía mucha razón, hacían una bonita pareja.

Aun hoy siento sus risas cuando me contaba lo tímido que era mi padre, le costó una eternidad declararse. Pienso, que como se comportaban, tendrían que quererse mucho, porque de este amor nacimos los cinco. Mi padre, como comente antes, era muy alto y fuerte, tenía muchas virtudes, entre ellas destacaba su humildad, jamás le vi enfadarse por nada, bueno si, aquella vez que le mordió el perro del vecino, pobre animal, lo confundió con un ladrón. El enfado le duro muy poco al minuto se reían mi madre y los vecino, no creáis aunque se reían sabían que tenía muchos motivos para enfadarse, pero el siempre decía, nunca lo olvidare, que Dios estaba arriba y lo veía todo.

Te doy las gracias, amigo mío, por darme la oportunidad de contarte mi historia, bueno mi vida, aunque son momentos puntuales no quiero ser pesado ni cansarte, se me lo permites voy a continuar dejando atrás lo que le ocurrió a mi hermana mayor y al que iba detrás de mí, merece la pena contarlo, porque todo no eran penas, como te digo amigo, mi hermana mayor se caso con el capataz de donde trabajábamos mi padre y yo, un buen hombre que la hizo muy feliz. Era muy querido por mis padres y por todo nosotros. A la única que no le hacía gracia era a la abuela Ana, porque nunca le gusto los hombres con barba, decía que parecían osos, pero sabiendo cómo era la abuela, lo tubo que querer y mucho, sobre todo cuando cogía a sus bisnietos en brazos.

Mi hermano tuvo más suerte porque no pudieron marginarlo, era mue inteligente. A través de un industrial maderero se le facilito la entrada en la universidad, sacando dos carreras a la vez, ingeniero de caminos y doctorado en derecho. Dicen que defendió a muchos pobres que le habían quitado sus tierras por el método del miedo. También defendió al hijo de nuestro vecino, que igual que a él, lo habían acusado de robar ovejas a los hijos del cacique del pueblo. Me comentaron que era tan bueno, que donde se metía todos los ganaba, le tenían tanto respeto y cariño que se gano el apodo del “bueno”.

Esta es en grosso modo mi historia, faltan muchísimas cosas pero quiero decirles a todas las personas que dicen que el tiempo pasado fue mejor que disfruten hoy en día, que antes de hablar lo comenten con sus abuelos o aquellos ancianos que quedan en los pueblos de vuestra España. Tengo que reconocer que hoy en día todo es muy diferente, porque no les falta de nada, han convertido la libertad en libertinaje. No hay respeto, quizás antes había más hacia los ancianos, les tenían mucho cariño. Jamás los metían en ninguna institución, pero de esto no tiene la culpa nadie es solamente la evolución de la sociedad equivocada donde vivís. No hay tiempo para nada, queréis que, lo que antes hacia vuestros padres, educar a sus hijos, lo hagan hoy en día lo maestros o tutores, incluso los ancianos, aquellos que no tenían nada, recibían más cariño que los de hoy que creen que por tener la paga o euros en el bolsillo pueden avasallar o comprar el cariño de hijos y nietos.

Antes al no tener éramos más nobles y aguantábamos mas, hoy nadie aguanta a nadie. Os quejáis por todo y vuestras metas son únicamente competir y almacenar más cosas materiales, creyendo que así seréis más valorados o respetados. Pero lo único que estáis consiguiendo es no vivir, cada vez la hipoteca está creando más y más dolores de cabeza, causante del estrés, la desilusión, puerta abierta a la depresión.

Para finalizar mí capitulo de los 18 años. Mi trabajo junto con mi padre iba cada vez mejor, al estar el marido de mi hermana, me daban las mejores faenas. Así transcurría mi vida llena de alegrías y mas viendo que las personas del pueblo empezaban a dirigirnos la palabra, no se daban la vuelta en la acera cuando nos veían, esto era lo que más deseaba, que respetaran a mis padres. Poco a poco la normalidad en nuestra vida estaba dando pasos agigantados.

De mis amores, poco o nada, tengo que contarte. Una amiga aquí, es una novia de días allí, pero nada serio, aunque tengo que decirte en honor a mí que me gustaba las mujeres y mas las del pueblo de al lado. Mis amigos me decían que la hija del médico estaba loca por mí, pero nunca hice caso era una pieza muy valorada por mí.

Hablemos de cosas más serias. Cuando iba a cumplir veinte años, las emisoras de radio difundía malas noticias con movimientos de tropas en todos los cuarteles, los más ancianos que eran los sabios hablaban de una España que sería dividida por estar al borde la miseria y no se equivocaron, no sabemos cómo empezaron a movilizar a todos los jóvenes de mi edad, muchos por enchufe, por dinero, o recomendaciones, se libraron, pero como era una posible guerra, no importo la influencia que tuvieran fueron buscados.

Cuando nos reunieron de todos los pueblos y capitales éramos más de cinco mil, recuerdo que coincidimos muchos de mi pueblo, aquí sí que no había distinciones, todos éramos iguales, pero ellos aun mostraban esa absurda superioridad. Pensé las palabras de mi padre que Dios los perdone. Pero la vida desde que nacemos vamos creciendo sin saber que lo que no espera así fue que de pronto me encontré en medio de una guerra absurda, viendo como peleaban hijos con padres y padres con hermanos. Conforme nos iban adiestrando o aprendiendo a disparar nos destinaban a los diferentes frentes, así fue como me encontré en Zaragoza, yo que nunca había salido del pueblo. Todo era sorprendente, las casas, los coches, el rio tan inmenso, mucha gente.

Era como un sueño del que no quería despertar. Pero desperté bruscamente, cuando a 50 y a mí nos llamaron para que nos presentáramos a la máxima autoridad militar del cuartel. No sé si fue por casualidad, pero muchos éramos del mismo pueblo. Se rompió, quizás por miedo o duda, todas las barreras que nos desunían y empezaron los saludos y la camarería, incluso después de dudarlo mucho me hablo hasta el hijo del médico, con su gran timidez mezclada con arrogancia. Pero me pego un latigazo el corazón cuando se acerco a mí y me deposito algo en la mano, cuando mire era la foto de su hermana, no me dijo gran cosa, solamente que la guardara.

Así sin más nos destinaron a todos al frente del Ebro. Cuando las cosas nos las sabes, ignoras si estarán bien o mal, pero lo que teníamos que pensar era que no íbamos de vacaciones y así fue como comprobamos que no era ningún juego, era muy duro, muchos desertaban, morían de frio, pero los que nunca tuvimos manta para taparnos. Es como si dios nos preparara antes de tiempo para que podamos soportar estos fuertes momentos.

Al contrario de algunos de mis paisanos acostumbrados a la buena vida y a los buenos manjares no soportaban comer las sardinas en latas de dos días, muchas veces sin pan, quizás estas cosas, la falta de higiene, para aquellos que estaban acostumbrados a tener su cuarto de aseo, le era totalmente difícil. Pero los que no lo tuvimos y hacíamos nuestras necesidades en pleno campo, no era diferente. Pero cuanto nos puede cambiar la vida, antes no es que les tuviera odio, era más bien rabia e impotencia, verlos en el pueblo tan altaneros, tan orgullosos. Quizas hoy comprendo que la culpa no era de ellos, porque muchas veces jugaban con nosotros, mientras que sus padres no los viera. Para mi la culpa era de ellos y no de sus hijos, se creian ayer y hoy de una raza diferente. La vida es un rodillo que lo mismo estas abajo que da vuelta y vuelta y estas arriba, pero eso no se piensa hasta que no llega el momento.

Esto fue lo que les paso a muchos de mis paisanos, llego a darme verdadera lastima, lo que nunca han hecho por mí lo hago yo por ellos. Les ayudo en todo lo que puedo, con esto no quiero decir que sea un santo pero muchas veces si perdonamos la vida es menos dura y más si enterramos el pasado hay una frase que un día leí y que nunca olvidare, decía mas o menos así “piensa hermano que el camino esta empezado pero aun no está terminado”.

Dicen que el miedo nos hace más cobarde o inconscientes, para pasar al verdadero valiente que todos en algún momento sacamos. Creo que esto fue lo que le paso a uno de mis mejores amigos, el hijo del barbero. Crecimos juntos en el mismo pueblo, lo defendía de aquellos que siendo más fuerte que él, era el que se llevaba más palizas, quizás por su constitución física. Era el clásico niño que le temía a todo, nunca lo vi jugar a ningún juego fuerte, llegaron a llamarle cruelmente “la muñequita”.

Pero la vida nos depara muchas sorpresas porque aquí cambió por completo, desde el primer momento, se gano el respeto de los compañeros y la admiración de los mandos. No había combate que se arrugara, siempre iba hacia delante, especializándose en los combates nocturnos. Cuando fue condecorado la noticia corrió como la pólvora por el pueblo, lástima que su padre no viviera, porque el también participa en las risas de los demás y en algunas creaciones. Le llamaba mi hijo el cobarde. Date cuenta amigo como puede cambiar nuestras vidas, pero no preocuparse esto pasó y pasara siempre en todas las épocas. Antes lo persiguen, lo torturan para más tarde hacerlo santo o héroe.

Cuando contaba 22 años, dos de ellos de guerra, todo transcurría con cierta monotonía, combates en cada avance, muchos muertos en ambos bandos, en una guerra que todos pensaban que era absurda. Cada vez había más desertores que huían a Francia. A mí nunca se me ocurrió tal cosa, no sería capaz después de haber visto a mis amigos morir. El día antes de tener que dejar la tierra, fue un día triste, hasta el cielo se contagio. Era de esos días con niebla, con mucho frio, como si alguien se hubiera dejado la puerta abierta del rio Ebro. Mis pensamientos me llevaban a mi niñez, a los momentos duros, a la muerte de mis hermanos pero también a muchos momentos felices y con estos pensamientos llegó la noche, no fue mi aliada porque no puede dormir. El amanecer nos dejó al descubierto y sin previo aviso nos atacaron por sorpresa, fue una verdadera carnicería, vi muchos amigos muertos, entre ellos al hijo del médico al que tuve que socorrer, su herida era muy grave, antes de fallecer lo único que escuche de su boca fue gracias amigo.

Mi furia fue tal que pensé más con el corazón y no con la cabeza, es un pronto que tenemos los seres humanos, me lance hacia delante queriendo encontrar en la bruma del amanecer a los culpables. Lo único que no vi era que la muerte jugaba conmigo al escondite. Desde ese momento fue cuando conecte contigo, sé que no te sorprenderá esta historia ya que tu mundo, es el mundo donde nosotros descansamos, llevándonos nuestras historias. Sé que será muy difícil que los demás lo comprendan como tú, pero sé que este mensaje que te mando lo leerá mucha gente porque eres de las pocas personas que comparte tu enseñanza con los demás.

Donde estéis poned un clavel rojo para todos los soldados desconocidos que murieron en una guerra que no era la suya. Y pensad que todos los tiempos son buenos según como lo viváis.

Mis recuerdos para mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mi abuela Ana pero quiero dedicar este escrito a mis amigos.

Juan, hijo del barbero.

Agustín, hijo del médico.

Andrés, hijo del carpintero.

Benito, el pastor.

Y por último a mi mejor amigo Bautista que jamás supo quienes eran sus padres.

Para terminar quiero pedirle a toda la juventud que sepan conducir a los que quieren la guerra, para que jamás tenga que morir gente inocente y si tanto les gusta, que vayan ellos solos y no sus hijos.

SALUDOS.

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