Cuando escribimos o cuando hablamos creen que somos sabios, con respuestas para todos, lo cual no es verdad en absoluto. Los que transmitimos a las personas bien por los escritos o palabras, creen que son cosas más allá de nuestros conocimientos, es simplemente que todo lo que está escrito es parte de mi alma, lecciones que he aprendido a lo largo de mi vida y que intento explicarme a mí mismo.
Soy lector de mis propios escritos. Ellos me enseñan algo que ya sabía pero de lo que no era consciente. Los escritos, sentimientos plasmados en unos papeles para que las personas que los lean encuentren en cada palabra escrita con el alma, una salida a ese bloqueo que la vida nos impone.
Espero también que las palabras y escritos lleguen a muchas otras personas que consideren que su contenido sea digno de atención y que estén preparados para entenderlo. Tengo la seguridad que la semilla que he querido sembrar en este escrito cuando lo leáis se funda con la semilla de la iluminación que cada ser humano lleváis dentro.
Siempre me pregunté donde daba la vuelta el viento, era una de las cosas que siempre me intrigaba, así que un día decidí averiguarlo y me puse en marcha. Caminé sin prisa preguntándoles a los más ancianos de cada pueblo, aldea o ciudad, por donde pasaba, pero nadie me respondía a mi pregunta, es más, todos me miraban con ojos de sorpresa. Recorrí valles, montañas, ríos y bosques mientras el viento me daba en mi espalda, pensaba que era el camino correcto, pero había otras veces que el viento me daba de frente. Pero nunca pensé que el viento había llegado al final dándose la vuelta. Este pensamiento en vez de desmoralizarme me dio más fuerza para seguir hacia adelante. Creí escuchar un murmullo en mis oídos, me decía que persistiera en mi empeño porque todo aquél que se traza unas metas o quieren cumplir sus sueños, y los cumplen, pueden darse por satisfechos.
En mis caminos, que fueron muchos y muy variados, me encontré con toda clase de caminantes, desde el vagabundo, el soñador, el deportista y trabajadores del campo, pero el que más me impresionó fue un pastor, bueno más bien un sabio. Cuando le expliqué mis ideas se puso muy contento porque lo mismo que yo, él también se hacia la misma pregunta desde hacía mucho tiempo, pero como era viejo y un poco achacoso nunca le dijo nada a nadie para que no lo tomaran por loco, también había muchas obligaciones, una de ellas y muy importante es que me prometió que nunca abandonaría el rebaño, que venía de generación en generación. Esta fue la razón, que sus ojos curtidos por mil soles no fueron capaces de evitar esas atrevidas lágrimas de admiración por este hombre valiente que buscaba lo que él tanto había deseado y callado.
Le explicó que él creía donde daba la vuelta el viento y con ese deseo de ayudar que tienen estos seres, le indicó el camino, no sin antes desearle toda la suerte del mundo.
Seguí mi camino y a los cuatro o cinco días después de dejar al pastor me encontré con una montaña altísima, creo que era la más enorme que había visto en mi vida. En esos momentos el viento me daba en la espalda, pensé que había llegado al lugar que tanto había soñado. Pero antes de volverme y pensar que todo estaba conseguido miré hacia arriba, y para mi sorpresa vi que las nubes se movían empujadas por ese mismo viento que a mí me daba. Comprendí como si fuera una orden en mi interior que no era el momento de dudar si quería conseguir lo que buscaba, y como un soldado que nunca retrocede empecé a escalar la montaña, pensaba que este fue el obstáculo que hizo desistir al pastor a seguir adelante y se quedó a medio camino de saber la verdad. Esto les pasa a muchas personas que creen que el camino que han escogido es el único porque se han encontrado con un obstáculo, y en vez de seguir adelante se volvieron quedando dentro de ellos la incógnita de saber que hay más allá.
Cuando llegué a lo más alto de la montaña pensé que el viento sabía mis intenciones o creía que podía invadir su intimidad o secreto, puesto que me tuve que agarrar con todas mis fuerzas de lo fuerte que soplaba. Cuanto me hubiera gustado que los amantes de la naturaleza tuvieran el privilegio de ver el paisaje que desde esta altura se divisaba. Siguiendo siempre por la dirección del viento dándome en mi espalda, seguí caminando esta vez por un gran valle lleno de árboles de toda clase de frutas. Como todo ser humano la fatiga y el cansancio empezaron a dar la cara y así fue como en un recodo del camino vi un gran monasterio. Conforme me iba acercando, y más sabiendo de mi timidez, el corazón me latía a un ritmo frenético.
Cuando llamé a la gran puerta, pensé que era más parecida a la de un castillo o fortaleza que no a la casa de Dios. Comprendí que como estaba la vida, tenían todo el derecho del mundo de protegerse. Parece casualidad pero en todas las porterías de los monasterios o refugios de los caminantes siempre hay un bondadoso hermano que te invade con su humildad y paz. Le pedí alojamiento, sin dudarlo ni un instante, me condujo hacia el interior, sin antes ponerme sobre aviso que había más huéspedes y de las estrictas reglas sobre el horario y comportamiento. Lo que más me sorprendió fue su indiscreción pues no me preguntó nada sobre mí, fue su humildad.
Cuando me presentó al abad, era cuando las primeras sombras empujaban a la luz para que descansaran, entonces fue cuando pude comprobar lo estricto de la hora porque se acercaba la hora de la cena, aplazando la entrevista para la mañana del día siguiente con el abad.
Cuando entre en el humilde comedor, aparte que había varios monjes, me sorprendió las cuatro personas como yo que estaban en una mesa, todo en el más completo silencio. El más joven de los monjes se dirigió a mí y me indico, con gestos, que me sentara en la mesa con los demás huéspedes, nadie se dirigió a mí con palabras, pero en sus gestos o miradas comprendí que les agradaba mi presencia. La cena transcurrió entre la lectura de uno de los monjes, hasta finalizar con el rezo. El menú no era abundante pero si la limpieza y la calidad.
Al acabar nos dirigíamos a nuestras celdas, entonces el monje mas mayor rompió el silencio y nos comunico que el abad nos atendería a las 7 de la mañana en el comedor, nos repitió más de una vez, que era muy importante la puntualidad. Cuando te encuentras en un lugar extraño, hasta la cama no colabora para que llegue el descanso y por lo tanto tenemos mucho tiempo para pensar en nosotros en los demás y en nuestra vida. Lo primero que pensé fue en la vida tan dura que llevaban estos monjes y porque este retiro de la sociedad. Más tarde pensaba en las cuatro personas que había conocido en el comedor, quienes serian y que buscaban, por ultimo quise pensar pero el sueño por fin me venció.
Por la mañana con una puntualidad exacta, estábamos los cinco en el comedor en presencia del abad dándonos los buenos días. Nos sentó en círculo y nos comento que esta entrevista estaba muy lejos de ser la forma de buscar la intimidad o la vida privada de cada uno. Llamo con una campanita y al momento apareció un monje con una bandeja con café, leche y algunas galletas que deposito en la mesita que había frente nosotros. El abad las miro haciendo un gesto de aprobación con la cabeza y acto seguido le dijo a su subordinado que bajo ningún pretexto les molestaran.
El abad no era ni alto ni bajo, lo que más destacaba era su fuerte compresión, su pelo totalmente blanco, su sonrisa que invitaba a una paz y seguridad. Se le veía un hombre que tendría que haber recorrido muchos caminos, porque al hablar denotaba mucha inteligencia, con sus ojos pequeños pero muy inquietos, parecidos a los de las aves de rapiña que no dejan ni un centímetro del suelo por ver.
Cuando se dirigió a nosotros lo hizo con suma humildad, preguntándonos primero de donde éramos, uno a uno contestamos nuestro lugar de nacimiento, se sorprendió un poco, pero supo disimularlo porque ninguno éramos del mismo lugar y tampoco ninguno nos conocíamos. El muy amable nos dijo que era de Soria, pero había recorrido tantos monasterios y caminos, que actualmente no sabía ni de donde era. Todos reímos un poco de esta ocurrencia. Más tarde se dirigió a las dos únicas mujeres que formaban el grupo. Les hablo que eran unas privilegiadas porque jamás nunca había permitido que entraran mujeres en el monasterio, estaba totalmente prohibido, pero para ellas era una excepción.
Empezó a preguntar al que se encontraba más a la derecha, y le dijo que era lo que buscaba. La respuesta fue que desde que era joven quiso buscar la fuente de la juventud eterna, pero aunque había encontrado muchas fuentes en sus caminos todavía no la había encontrado, dijo que tenía que darse prisa porque iba envejeciendo y que como pronto no la encontrara moriría de viejo.
El abad, con todo el respeto, le dijo que si alguna vez había intentado de crear un lago rodeado de fuentes. El hombre sorprendido le dijo que no, para él era imposible. Entonces el abad le respondió que regresara al lugar de donde venia que pidiera perdón a su mujer e hijos, cogeros de las manos y veras un bello lago regado por unas maravillosas fuentes.
Al siguiente, que era el más joven de todos, le pregunto lo mismo, que es lo que buscaba. El joven se quedo mirando y unas lagrimas asomaron en sus ojos, busco la felicidad, prosperidad y trabajo para mi pueblo, donde desde hace tiempo todo escasea. No hay escuela, hay un alto porcentaje de alfabetismo, faltan los alimentos básicos. El abad lo miro con admiración porque era la primera vez que alguien pedía para los demás y no para el mismo. Cogiéndole de las manos le dijo que antes de volver a tu pueblo te quedaras con nosotros para prepararte, aprenderás todo lo relacionado con la gestión de empresa, obtendrás conocimientos de arquitectura y comunicación, así podrás reunir a todos los jóvenes que tengan tu misma inquietud y podrás realizar tus deseos siendo un buen dirigente. La alegría que se le vio en su rostro, era comparada con una luz en la oscuridad. Alegría bella palabra que está en el umbral de la gratitud.
Esta vez el abad se dirigió a la mayor de las mujeres, aunque las dos eran jóvenes una tenía más edad que la otra. Quiero saber qué es lo que buscas, le dijo. En primer lugar le dio las gracias por haberla aceptado dentro del monasterio y mas siendo mujer porque jamás en sus estudios de historia, la mujer es aceptada. Sobre lo que buscaba, le dijo que desde pequeña quería saber que es la verdad, quien la tiene y quién no. Recorrió muchos caminos y muchos estudios en busca de ella, en los caminos de la tierra y en todos, sabios, mandatarios o juez, creían tener la verdad. Cuando estudie las diferentes religiones todos aseguraron tener la gran verdad. En los comportamientos del ser humano también quisieron y aseguraron tener la gran verdad. Hoy por hoy es lo que más deseo encontrar, el verdadero camino de la verdad.
El abad le contesto que el hombre desde que nace quiere encontrar la verdad de donde viene, a donde va, y porque vino pero a lo largo de su vida sabrá dónde está la verdad porque al envejecer entenderá donde estaba la mentira y donde la verdad. También le dijo que al respecto a la verdad le venía a su mente una historia de cuatro sabios que no se ponían de acuerdo donde esconder la verdad. Uno de ellos dijo que la escondería en la montaña más alta, el otro que en lo más profundo del mar, el tercero en los valles más oscuros, y el ultimo y el más viejo, dijo que si la escondían en la montaña más alta alguien podría escalarla y encontrarla, si la escondíamos en los más profundo del mar, alguien podría encontrarla nadando hacia la profundidad, si la escondemos en el valle mas oscuro alguien podría pasar por allí y encontrarla. Entonces los tres dijeron a la vez que donde la esconderían. El más anciano, sin pensarlo, les dijo que la esconderían en el corazón de los hombres. Así querida amiga búscala en tu corazón que es donde está la verdad que buscas.
Cuando el abad le pregunto a la mujer más joven, esta le dio las gracias como la otra y lo que ella buscaba era la belleza, recorrer muchos caminos, enamorar a todos los hombres posibles, ser rica y poderosa. Contaba que cuando era pequeña nadie quería jugar con ella, porque era muy fea, todo el pueblo se reía de ella, hasta su madre se avergonzaba de ella. Un día se escapo del pueblo mirándose en todos los ríos y lagos por si había cambiado en algo. Decía que un día que estaba más triste se le acerco una bruja y le pregunto que le pasaba. Se lo contó y la bruja le propuso un trato, la convertiría en la joven más bella pero al mismo tiempo estaría vacía, sin sentimientos ni personalidad. Tenía tanta rabia por haber hecho esto.
Al hablar la joven lloraba desconsolada y arrepentida fue cuando el abad le dijo que la belleza exterior es admirada pero la belleza interior, aunque no se pueda apreciar, es la mas valorada. Le dio unos frascos diciéndole que volvería al pueblo y que antes de llegar se lavaría la cara con el liquido que contenía los frascos, recobraría la belleza exterior y mas la interior.
Cuando se dirigió a mi me pregunto qué era lo que yo buscaba. Le dije que siempre me había preguntado donde daría la vuelta el viento. El abad me miro un poco sorprendido porque pensó que después de haber escuchado la búsqueda de los demás, la mía era muy original. Proseguí diciéndole que todo se me ocurrió cuando observaba una veleta, cuando giraba en diferente sentido, pensé donde va el viento que la mueve de una manera, vuelve y la mueve de otra. También llevo recorridos muchos caminos buscando, preguntando a todo el que me he encontrado y nadie me lo pudo decir. El abad me miro y muy tranquilo me dijo que lo que yo buscaba era el interior de las personas, su espiritualidad, porque a diferencia de ti muchos seres en la tierra se dan la vuelta a sus obligaciones, sobre todo cuando hay que ayudar a los demás. Otros se dan la vuelta y no quieren saber nada de la familia. Otros muchos no quieren saber nada de los enfermos, algunos otros lo hacen para no ver el hambre que hay en el mundo, algunos se dieron la vuelta negando que dios existe.
Así con todo esto el viento nunca se da la vuelta, porque tú mismo en tu camino no has comprobado que muchas veces te daba en la espalda y otras muchas en la cara. Prosiguió diciéndome que el viento es como el comportamiento de las personas, muchas veces sopla con calma, otras fuerte y otras como un huracán.
Le dimos la gracias uno a uno a este gran hombre, más bien a este sabio, diciéndole que habíamos aprendido una gran lección, que haríamos lo posible y lo imposible para cumplir todo lo que él nos había dicho a cada uno de nosotros.
El abad, respirando hondo, nos comento que el también tenía su propia historia, la cual quería compartir con nosotros. Empezó diciendo que como todos nosotros también fue joven y con muchas inquietudes, pero como todo joven aventurero escuchaba pero no oía, y así empezó una aventura que duraría años. Recorrió los cuatro continentes a diferencia de nosotros él buscaba a su dios. Convivió con toda clase de seres humanos. Buscaban algo que algunos jamás encontraron o si lo encontraron se sintieron defraudados por no ser el resultado que ellos esperaban.
Había tribus ancestrales que cada día encontraban lo que buscaban eran sus alimentos para sobrevivir, estos hermanos le enseñaron lo que es la convivencia y unos valores que aun hoy en día lo ponía en práctica en su comunidad, lo más importante es que con poco se puede ser muy feliz. Encontró el amor como hombre, pero poco a poco encontró el amor de forma muy distinta, amor por la naturaleza, a las cosas sencillas, oler una bonita rosa, ver un atardecer esperando impaciente un amanecer, creía que en todo esto fue lo que le hizo comprender que en las cosas más sencillas estaba la mano de dios y fue cuando programo su regreso, siguió los pasos de su corazón y se encontró con su dios, que siempre lo buscaba en la lejanía de los pueblos sin pensar que había estado dentro del. Empezó como monje, se desprendió de todas las cosas materiales, se encontró consigo mismo y ahora disfruta de la paz más grande junto a sus amigos y el rezo diario. Con sus esfuerzos consiguió la amistad de toda la orden y un buen día le nombraron abad. Lleva muchos años es este cargo porque siempre pensó que si viajamos, conocemos el amor sexual, la maldad del mundo, y sus diferentes comportamientos, no encontraríamos el arrepentimiento, el conocimiento para decidir cuáles son nuestros caminos.
El abad dio por terminada la reunión, deseándonos a todos un feliz regreso y esperando que este encuentro nos sirviera de luz para que encontremos nuestros caminos y se cumplieran todos nuestros sueños.
Cuentan y esto se supo muchos años después de este encuentro en el monasterio incluso se llego a decir que el abad había muerto, que todos aquellos que estuvieron allí reunidos encontraron lo que estaban buscando.
El que buscaba la juventud eterna juro cuidarse, haciendo deporte, comida sana, menos genio, no dándole importancia a las cosas que no la tenían, dialogando, escuchando y siendo más amable.
La chica que busco la belleza hizo lo que el abad le dijo, aunque no tenía mucha fe, consigue volver a su pueblo no con la belleza deslumbrante pero tenía algo que atraía, quizás fuera su belleza interior.
La otra chica que buscaba la verdad, se dice que estudio varias carreras judiciales, empezó a dictar justicia con toda la verdad por delante. Comprendió que la verdad es la llave maestra que abre todas las puertas de la hipocresía, mentiras y falsedades.
Me comentaron que el joven que se quedo en el monasterio, aprendió las diferentes formas de hacer prosperar a su pueblo. Dicen que lo logro que hoy por hoy su pueblo es muy prospero con escuelas, campo de cultivo e incluso un hospital, todo regido y administrado por este joven y su gran equipo compuesto por jóvenes con las mismas ganas de hacer crecer el pueblo.
Con respecto a mi quiero deciros que la entrevista con el abad me sirvió, lo primero que jamás me preocupo donde daba el viento la vuelta, pero comprendí que el tenia que intentar ver cómo podía darme yo la vuelta de mi vida era yo así lo hice, volvió mi vida como se vuelve un pantalón vi todos mis defectos y esto fue lo que me hizo un poco encontrar el camino espiritual. Cuando queráis buscar algo en vuestra vida primero tendrías que saber qué es lo que queréis realmente, porque muchas veces andamos por caminos sin saber dónde vamos.
Gracias por vuestro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario